La semana pasada, México y Estados Unidos alcanzaron, en principio, un acuerdo en relación con las exportaciones de azúcar de México a dicho país.
En abril de 2014, Estados Unidos inició una investigación por prácticas desleales en contra del azúcar mexicana. Estados Unidos argumentó que el azúcar mexicana estaba siendo subsidiada por el gobierno mexicano y que los productores de azúcar incurrían en dumping al vender más barato en el mercado estadounidense que en el mexicano, por lo que el gobierno de Estados Unidos impuso derechos antidumping y compensatorios al azúcar mexicana. Para evitar la aplicación de la cuota, en diciembre de 2014, tanto la industria como el gobierno de México alcanzaron dos acuerdos de suspensión mediante los cuales el gobierno de México se comprometió a imponer un cupo a la exportación de azúcar mexicana y los productores de azúcar a exportarla a un precio mínimo. El 5 de diciembre pasado, el gobierno de Estados Unidos inició un proceso para revisar el acuerdo de suspensión toda vez que la industria de Estados Unidos, en particular los refinadores, argumentaron que el acuerdo no cubría sus expectativas ya que las exportaciones mexicanas de azúcar se han dirigido al consumidor final y, con ello, compiten con el azúcar refinada de Estados Unidos.
El acuerdo alcanzado la semana pasada trata dos temas principales: el precio y el volumen. Por lo que toca al precio, el azúcar cruda pasa de 0.2225 a 0.23 dólares; mientras que la refinada de 0.26 a 0.28. En cuanto a la proporción entre azúcar cruda y refinada, el cupo permitirá que hasta 30% del mismo sea de azúcar refinada (a diferencia de 53% que establecía el acuerdo original). Dados los volúmenes de acceso, pareciera que dicha modificación, en el corto plazo, no afectará los ingresos de los cañeros mexicanos por la venta de azúcar refinada. De hecho, este año sólo 25% del total exportado corresponde a azúcar refinada. Por último, México tiene preferencia para suministrar 100% de cualquier “necesidad adicional” después del 1 de abril de cada año.
Las principales ventajas del acuerdo son que se logran mantener las exportaciones al mercado de Estados Unidos y que nuestro país tendrá preferencia para exportar azúcar en caso de que exista cualquier requerimiento adicional. La desventaja es que se mantiene el comercio “regulado” a través de la fijación de un volumen y un precio. Como lo señaló en su editorial de hace unos días el Washington Post, este acuerdo “perpetua un sistema de manipulación de mercado que afecta a consumidores estadounidenses mientras que beneficia únicamente a unos cuantos productores influyentes en Estados Unidos”.
El problema del azúcar es muy complejo y va más allá del acceso a Estados Unidos. Involucra, por un lado, a un gobierno sin una política pública integral para este sector y por otro, a una industria nacional, también constituida por productores influyentes, que piensa que la única política válida debe ser acabar con la competencia del exterior, i.e., el jarabe de maíz de alta concentración de fructosa. Por ahora la imposición de una medida compensatoria contra la fructosa resultaría difícil, toda vez que deberá probarse que la industria nacional sufre daño a pesar del aumento en la producción nacional y del incremento en los precios del azúcar. Al mismo tiempo, pareciera que la industria mexicana no ha actuado de manera congruente en el mercado nacional. No olvidemos que el año pasado la Comisión Federal de Competencia multó, por incurrir en prácticas anticompetitivas, a varias empresas, así como a la Cámara Azucarera, derivado del intercambio de información con fines de fijar el precio del azúcar estándar y refinada, y por restringir la venta a distribuidores y mayoristas con el objeto de evitar que el azúcar se revendiera a precios más bajos.
Este acuerdo no debe verse de ninguna manera como un preludio o una plantilla que deba usarse para la renegociación del TLCAN. Para empezar, este acuerdo se da en un marco muy específico, esto es, el de las leyes antidumping y en materia de subsidios. Por ello, la motivación para alcanzar un acuerdo era evitar, del lado mexicano, la aplicación de derechos antidumping y compensatorios y, del lado estadounidense, una guerra comercial en el mercado estadounidense de edulcorantes. La renegociación del TLCAN correrá por cuerdas separadas y lo sucedido nada nos debería decir de lo que sucederá en los próximos meses.
Profesor Titular. Facultad de Derecho. UNAM.
Juez del Órgano de Apelación de la Organización Mundial del Comercio
@ricardoramirezh